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La toma de la Boquilla repercute en toda la frontera, advierte investigador



TIJUANA, B.C.- Si bien el intercambio de agua entre México y Estados Unidos posee una dimensión histórica de grandes proporciones, un acto político y social registrado en meses recientes puso en peligro los acuerdos firmados hace casi ocho décadas por ambas naciones y genera implicaciones que, pese a la distancia, pueden alcanzar a esta frontera, planteó el Dr. Marco Antonio Samaniego López durante una charla en línea transmitida por el Centro Cultural Tijuana, institución de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.

Titulada “Cuencas internacionales y el poder local: la toma de la Boquilla”, la conversación formó parte del ciclo Historia de Baja California que organizan el Cecut y el Instituto de Investigaciones Históricas de la UABC, que Samaniego López ha dirigido en dos periodos y del cual es actualmente investigador.

Doctor en Historia, cuya tesis doctoral, “Los ríos internacionales entre México y Estados Unidos. Los tratados de 1906 y 1944”, fue distinguida como la mejor en su categoría en 2004 por la Academia Mexicana de Ciencias, el investigador disertó sobre las repercusiones que la toma de la presa de la Boquilla, Chihuahua, en septiembre de 2020, podría tener para la población de esta localidad.

Aunque el académico planteó que este hecho pareciera no tener relación con Baja California, por la enorme distancia que separa a ambos estados, advirtió que la toma de la Boquilla “está relacionada con nuestro actuar diario, debido a que las cuencas internacionales del río Colorado y el río Bravo están bajo el Tratado de Aguas Internacionales de 1944, que regula la entrega de agua de un país a otro, estableciendo una vinculación cotidiana”.

“Toda el agua que recibimos en Baja California en ciudades como Tecate, Tijuana, Mexicali y gran parte de Ensenada, depende de Estados Unidos”, afirmó el Dr. Samaniego al señalar que la provisión de agua se basa en un acuerdo de reciprocidad e intercambio.

Explicó que el acuerdo firmado en 1944 por México y Estados Unidos garantiza el flujo del valioso recurso de esas dos cuencas fronterizas: el río Colorado y el río Bravo que, según establece el tratado, deben surtir a poblaciones de ambos países, lo que hace posible “la vida cotidiana de 60 millones de personas en la actualidad, tanto en Estados Unidos como en México, vinculados directamente a estas corrientes de agua, de ahí su relevancia”.

En el tratado de 1944 se estableció la regulación de las aportaciones de agua sin importar en qué país “caiga”, eso significa que no obstante que el vital líquido “se encuentre en Colorado o Utah, lo podamos tener en Tijuana o Mexicali [a través del río Colorado], y a pesar de que caiga en Chihuahua se pueda recibir en Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila o Texas” [a través del río Bravo].

“En el caso de Ciudad Juárez, el agua llega en su totalidad de los Estados Unidos”, alertó el ganador del Premio Anastasio G. Sarabia por su trabajo de investigación “Nacionalismo y revolución: los acontecimientos de 1911 en Baja California”, publicado en 2008, mismo año en que apareció su texto “El control del río Colorado como factor histórico: La necesidad de estudiar la relación tierra/agua”.

Respecto a la toma de la Boquilla, motivada según sus promotores para impedir la entrega de agua a Estados Unidos, a la que México está obligado por el multicitado acuerdo, Samaniego López indicó que no entregar agua al vecino país “es una narrativa poderosa, pero también hay que decir que tampoco se entregaría agua a Tamaulipas”.

La toma de la presa la Boquilla “tiene un conjunto de implicaciones que van en contra del derecho internacional y de la forma en que se llegó al tratado de 1944”, advirtió el historiador mientras mostraba imágenes de este hecho registrado en septiembre de 2020.

“Si las presas del sistema Spinal, Glen Canyon, Hoover, Davis, Parker e Imperial, desde Colorado y Wyoming, hasta Utah y Nuevo México, hicieran lo que se hizo en la Boquilla habría una reconstitución de la frontera y resentiríamos el problema de inmediato”, sostuvo el Dr. Samaniego.

Desde la perspectiva de agricultores y ganaderos que requieren del recurso hídrico, no resulta comprensible “por qué se debe mandar agua a los Estados Unidos”, pero la realidad es que “no producimos agua suficiente para las poblaciones de Baja California; nunca la hemos tenido, siempre ha llegado, gracias a este acuerdo, del río Colorado”.

En Baja California, abundó el investigador, recibimos entregas mensuales de agua, mientras que en el río Bravo la entregamos anualmente, lo que establece una cierta relación del tipo “no me das agua en el río Bravo, no te doy agua en el Colorado”; si ese fuera el caso, en Baja California “lo resentiríamos de inmediato, por las entregas mensuales de las cuotas de agua, mientras allá [en el río Bravo] el compromiso es una entrega en ciclos de 5 años”.

“El que detiene el agua va en contra del derecho internacional e inclusive contra la postura mexicana” de respeto al tratado de 1944, puntualizó el conferenciante al señalar que si los habitantes de Colorado, Wyoming o Arizona “nos dejaran sin agua, tendríamos el efecto directo no en dos o tres meses, sino al siguiente mes, y nos generaría enormes problemas, porque no tenemos otra fuente de suministro, de modo que quienes más perderían serían ciudades como Tijuana, de ahí la importancia de comprender lo que sucede en la Boquilla”.

La actuación de instituciones como la Comisión Internacional de Límites y Aguas es vital, “ya que es ahí donde se deciden muchas cosas y, como instancia binacional, logra llegar a acuerdos, aunque siempre habrá una enorme diferencia entre quienes sienten que merecen más y aquellos que sienten que no merecen menos”, comentó.


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