Tras diez años de crisis económica y drásticos recortes en el gasto público, el gobierno griego optó por la severidad, con una cuarentena casi prematura, mientras que la población demostró autodisciplina.
Con sorpresa, la comunidad internacional está viendo como Grecia consigue dominar la curva de contagios de coronavirus, registrando a día de hoy sólo 125 fallecidos, 52 pacientes entubados en cuidados intensivos y menos de 1.500 contagiados.
Su gobierno conservador, dirigido por Kiriakos Mitsotakis, sabía que contaba con un tercio de la población mayor de 60 años, un país en el que el turismo es vital para su economía y casi 100.000 personas inmigrantes sobreviviendo en malas condiciones.
Además, tras la crisis económica que duró diez años, la sanidad pública está tan debilitada que hay pocas camas de cuidados intensivos y es imposible efectuar test masivos.
Medidas inmediatas
Por todo ello, se han tomado medidas muy estrictas desde la aparición del primer contagio, cerrando primero colegios y universidades, seguido por museos y sitios arqueológicos, bares y restaurantes, comercios y fronteras.
Mitsotakis pidió a los griegos quedarse en casa, sin irse al pueblo o a su residencia secundaria y salir únicamente al médico, a la farmacia, a la compra básica o a pasear unos minutos diarios. Consiguió que hasta la Iglesia Ortodoxa cerrara las iglesias y que las liturgias fueran celebradas sin fieles.
Se anunciaron también medidas económicas para proteger a quienes no pueden trabajar y grandes multas impuestas por la policía para quienes se salten las medidas.
Ahora se vigila aún más los lugares donde están registrándose nuevos contagios, como residencias y asilos, así como centros de inmigrantes y campamentos, la mayoría ya en cuarentena.
Si la curva del virus continúa como hasta ahora, se espera que en mayo comiencen a levantarse progresivamente las medidas restrictivas.